lunes, 11 de abril de 2011

Para empezar, un caso clásico: Phineas Gage (1823-1860)

Los primeros 25 años de la vida de Phineas Gage pueden considerarse dentro de lo normal y, precisamente por ello, no se tiene información muy precisa.
Aparentemente creció en una granja en Lebanon (New Hampshire, en la costa noreste de los EEUU) donde muy probablemente también fuese a la escuela. Posiblemente trabajó un tiempo en una granja y, según parece, Gage era un hombre comedido, con una mente bien equilibrada y muy capaz de llevar a cabo sus planes, organizado y bien considerado por la comunidad. Todo esto era antes del punto donde la psicología le descubre como objeto de estudio, que es en su trabajo como operario de la construcción de railes de ferrocarril.



Es ahí donde, el 13 de septiembre de 1848, se produce un terrible accidente. En un agujero preparado con pólvora y arena para una explosión controlada, Phineas se hallaba compactando la mezcla con una barra de hierro de más de un metro de largo y varios cm de ancho (ver imagen) Una chispa, que pudo proceder de la misma barra de hierro, detonó la mezcla antes de lo previsto, y la barra salió disparada (nunca mejor dicho) y atravesó la cabeza de Phineas, desde debajo de la mejilla hasta la parte superior de la cabeza. Después de atravesar el cráneo, dicha barra, de 6 kg de peso, siguió su camino y fue localizada a casi 30 metros del accidente.


A los pocos minutos del suceso, Phineas se levantó y fue capaz de andar, fue llevado a su pensión, donde un médico trató de colocar los trozos más grandes de hueso que habían quedado adheridos al cráneo, y tapó la herida. Curioso es el hecho de Phineas se encontrara con la capacidad suficiente como para relatar lo que le había sucedido mientras le curaban. A los pocos días Phineas empeoró, ya que "en su cerebro se formaron hongos" pero consiguió superar la infección y 3 meses después, llevaba una vida normal...¿Normal?


Durante mucho tiempo se consideró que en el accidente de Phineas había sucedido un milagro, que impedía que hubiese muerto. Sin embargo, no valoraron entonces las consecuencias que éste tuvo en su forma de ver el mundo e interactuar con él.

Resulta sorprendente ver como la barra de hierro destruyó tejidos similares a los que serían destruidos en las lobotomías o "cirugías del picahielos" más de medio siglo después. Y si en estas cirugías los efectos sobre la psique del individuo eran "más que visibles" es de esperar que las consecuencias del accidente de Phineas Gage no pasaran tampoco desapercibidas.

Y así fue. Efectivamente Phineas no podía ver con el ojo izquierdo, pero  podía hablar y andar perfectamente, y su pensamiento era lógico. Sin embargo, John Harlow, el médico que le examinó en 1868, definió al nuevo Phineas como:
 
"...era irregular, irreverente, cayendo a veces en las mayores blasfemias, lo que anteriormente no era su costumbre, no manifestando la menor deferencia para sus compañeros, impaciente por las restricciones o los consejos cuando entran en conflicto con sus deseos, a veces obstinado de manera pertinaz, pero caprichoso y vacilante, imaginando muchos planes de actuación futura, que son abandonados antes de ser preparados...Un niño por su capacidad intelectual y sus manifestaciones, tiene las pasiones animales de un hombre fuerte"

¿Qué consecuencias tuvo esto en su día a día? Más de las que se podría creer a primera vista. Phineas a partir de entonces no logró conservar ningún trabajo, de modo que acabó en un circo enseñando las marcas de su accidente. Volvió a vivir con su madre, se volvió alcohólico y frecuentaba malas compañías. Terminó muriendo con 38 años.

Las consecuencias de la lesión de Phineas Gage son bastante normales para alguien con una grave lesión en el lóbulo frontal. Explicado brevemente, los lóbulos frontales son uno de nuestros mayores logros filogenéticos. Son las zonas más nuevas del cerebro y están especialmente desarrolladas en homínidos y, por tanto,  en el ser humano.



Los lóbulos frontales se ocupan, sobre todo, de las funciones de planificación y ejecución

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